jueves, 19 de abril de 2018

"Ocurre que los aparentes descalabros de la práctica política, los diagnósticos erróneos de “reflujo” y el descorazonamiento pequeñoburgués siempre alimentan a una raza de liquidadores, de idealistas y revisionistas que, por no haber podido cambiar el mundo de un día para el otro, por no haber podido cambiar, incluso, “la vida”, se consuelan emprendiendo mansamente la tarea de “cambiar” el marxismo-leninismo." Alain Badiou, El concepto de modelo; bases para una epistemología materialista de las matemáticas.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

"Abstenerse de inmiscuirse en el ritmo inmanente de los conceptos, no intervenir en él de un modo arbitario y por medio de una sabiduría adquirida de otro modo, esta abstención constituye de por sí un momento esencial de la concentración de la atención en el concepto." GWF Hegel.

Es éste uno de los pasajes obligados para Marx quien, en la madurez de su trayectoria intelectual, retornó a aquel antiguo e impasible maestro. Qué hegeliano resulta El Capital: el desarrollo de una ciencia desde la perspectiva hegeliana, que se acerca con atención a las determinaciones -o destinos- conceptuales, que no teme ensuciarse las manos siguiendo la pista y el desarrollo inmanente de los distintos conceptos. En El Capital, es el capital quien habla y se desarrolla solo, desde el valor hasta la renta, la crisis, etc. Podría decirse que son "(...)automivimientos puros(...)" o almas del concepto, como expone Hegel. Qué distinto a la Filosofía de la Miseria de Proudhon, quien, en el tono de aquello que Hegel llama "actitud razonadora", desarrolla un pálido sistema en que martilla vulgarizaciones de la dialéctica hegeliana a los conceptos de la economía política, donde éstos terminan, como animados por un titiritero, desvanecidos e inertes. Artificiales. Es infinitamente trivial e infinitamente alejado del contenido. Marx señorea callando. En El Capital no vemos a un vulgar titiritero, moviendo conceptos muertos, sino a un concepto que se determina, se mueve, se desarrolla.

"(...) [deja] que el contenido se mueva con arreglo a su propia naturaleza, es decir, con arreglo a sí mismo, como lo suyo del contenido, limitándose a considerar este movimiento." 

sábado, 4 de noviembre de 2017

Lacan habla en su Seminario VI (El deseo y su interpretación) de "la retirada del objeto del campo de la epistemología". Al exponer la naturaleza del objeto (en su modalidad de objeto a), habla de esta "retirada", precisamente al mediar el deseo. El deseo es este factor fundamental que distingue cualitativamente la relación de objeto en el psicoanálisis con aquella propuesta, por ejemplo, por la Fenomenología (en su concepto de "intencionalidad").

Hablamos de una relación de objeto que ocurre en el deseo, siempre ya mediada -en tanto deseo- por el significante. El deseo está floculado; inserto en la lógica de lo Simbólico, pero, también, la relación puramente Simbólica (esto es, el desplazamiento metonímico y la metáfora), la relación del sujeto con el enunciado -enunciado que se desdobla en enunciado y enunciación- supone ya un trazo objetal. El objeto a, la relación de objeto, está implicada en la enunciación (la cual no es simplemente un nivel o un estrato distinto del enunciado -como bien advierte Lacan al señalar la debilidad "topológica" de su grafo del deseo- sino una distancia interna, sin medida, del enunciado con respecto a sí mismo; una escisión que es sujeto. Es la sustancia hecha sujeto del enunciado mismo). La relación con el objeto desborda, así, la epistemología cartesiana e incluso la perspectiva de mutua transformación sujeto-objeto de algunas epistemologías contemporáneas.

¿Por qué? Porque en un movimiento propiamente hegeliano, Lacan da cuenta de que la "objetalidad" está implicada en la génesis misma del sujeto y es imposible como tal sin éste. El objeto, así, es posterior al movimiento que lo implica, i. e., el deseo.

Una relación sujeto-objeto que ocurre en el campo del deseo trastoca su topología inexorablemente. El objeto a no es otra cosa que el "desvanecimiento" -afánisis- del sujeto. La castración es la forma fundamental de este atolladero topológico de la relación de objeto: el significante como objeto, y el objeto como escisión, como soporte y parteaguas en el campo del significante. Se trata de un objeto que no es previo, sino una determinación reflexiva del movimiento mismo del deseo. Ésta es la dialéctica del objeto-causa-del-deseo (a) y el objeto-del-deseo (un objeto puramente contingente que encarna, incorpora, el movimiento del deseo que implica, ya en sí mismo, aquello objetal).
La investición libidinal del objeto es este movimiento deseante fundamental. Lacan lo compara con las formas de valor en Marx. El salto propuesto por Lacan es desde el objeto como singular concreto, del objeto como objeto de uso -esto es, como un objeto al cual se dirige la conciencia en la "Intencionalidad" fenomenológica-, al objeto como universal concreto del valor abstracto, donde está,  en parte, elidida la "objetividad" previa del objeto (Esto es, en la mercancía, parece que los objetos son primero valor, y su naturaleza de objeto es una derivación del primero); su sustancia no reside en su "objetividad", sino en su "objetalidad": i. e., en la relación de objeto, en el objeto como objeto a.

Ya decía Lacan que el deseo implica a un sujeto en confrontación con un objeto que "(...)de tanto en tanto" se revela como el significante esencial en torno al cual se juega la suerte de toda relación del sujeto con el objeto. (Seminario VI, p. 120) Esto es, el objeto, no como objetivo, sino como objetal. Como objeto a.

jueves, 26 de octubre de 2017

"Ahora bien, si este algo negativo aparece ante todo como la desigualdad del yo con respecto al objeto, es también y en la misma medida la desigualdad de la sustancia con respecto a sí misma. Lo que parece acaecer fuera de ella y ser una actividad en contra suya, es su propia acción, y ella muestra ser esencialmente sujeto." Fenomenología del Espíritu, p. 26.

domingo, 22 de octubre de 2017

El salto de El proletariado a El proletariado es un arma privilegiada del materialismo lacaniano; una defensa radical contra las refutaciones puramente empíricas, apoyadas en lo singular-concreto, de la existencia de la lucha de clases.

sábado, 14 de octubre de 2017

El fantasma es la escena en la que el sujeto se presupone a sí mismo como sujeto.
Sobre la conciencia, la ciencia y la forma de su relación; sobre lo inmediato. Hegel nos habla con soberana actualidad sobre una relación patológica de coyuntura entre la conciencia y la ciencia. (Nótese: el IQ, el realismo racista, cierta corriente de las neurociencias...) La relación entre conciencia y ciencia puede ser, en su forma misma (su posición), ya mística.

"El que la conciencia natural se confíe de un modo inmediato a la ciencia es un nuevo intento que hace, impulsada no se sabe por qué, de andar de cabeza; la coacción que sobre ella se ejerce para que adopte esta posición anormal y se mueva en ella es una violencia que se le quiere imponer y que parece tan sin base como innecesaria. Sea en sí misma lo que quiera, la ciencia se presenta en sus relaciones con la autoconciencia inmediata como lo inverso a ésta,  o bien, teniendo la autoconciencia en la certeza de sí misma el principio de su realidad, la ciencia, cuando dicho principio para sí se halla fuera de ella, es la forma de la irrealidad." (G.W.F Hegel, Fenomenología del Espíritu, p.20)

La autoconciencia debe hacerse una con él. La pseudociencia no es sino esta "posición anormal" desde la cual la conciencia se sitúa con respecto a la ciencia, desde la cual "(...) la ciencia es solamente el contenido(...)": pura facticidad abstracta.

lunes, 9 de octubre de 2017

El trompe l'oeil de la apariencia con respecto a la Idea o la Cosa en sí es esbozado en su dimensión propiamente hegeliana por Lacan en su seminario XI, discurriendo sobre la pintura, la imagen y el fenómenos pulsional escópico. Cita Lacan la anécdota de dos pintores griegos que competían. Uno de ellos, Parrhasios, pinta un velo tan perfecto que su contendiente le pide que lo corra para permitirle ver qué hay tras él. Lo que había "tras el velo", sin embargo, era la posibilidad del velo de ser percibido como velo, como ocultamiento de la Cosa. Tras la apariencia no está das Ding, sino la posibilidad misma del engaño, del engaño transferencial: la calidad de apariencia de la apariencia. Para Hegel, la esencia es "la apariencia qua apariencia". Tras el velo tomado como apariencia no está sino la universalidad del acto reflexivo, haciendo del sujeto -como puramente negativo-, parte constitutiva del proceso: que lo verdadero se exprese no como sustancia, sino también como sujeto.
Hegel, en un recodo de su Fenomenología, al ponderar la frenología, respondió a un síntoma epistemológico y político de nuestra época, que, a pesar de ser de radical actualidad, no es nuevo: S. Chorover (Del génesis al genocidio, 1986) traza una línea histórica y lógica directa entre la frenología y las neurociencias vigentes. El reduccionismo materialista, el empiricismo, en una fascinación con la inmediatez y la facticidad, caen en un círculo fetichista y tautológico que pierde la complejidad y dimensión de un proceso, de una problemática. Esta causalidad fácil, esta fascinación con una forma fetichizada de la facticidad, este ánimo de reducir y "lobotomizar" los fenómenos a un objeto puramente concreto e inmediato se acercan (derogando en "fantasía" la conciencia o la libertad, desmitificando, revelando) , más bien, a una forma nueva de misticismo. Incluso este objeto  miserable (ya el cráneo, ya el cerebro, ya el genoma), este puro exceso corporal, esa materia purulenta, reclama su propio estatus: acaso ese pedazo de carne ha siempre ya desbordado las barreras que su propia condición miserable parece reivindicar. Que éstas no son su realidad.

"Cuando, por tanto, se dice a un hombre: tú (tu interior) eres esto porque tu cráneo tiene tal o cual constitución, eso sólo quiere decir una cosa, y es que yo considero un hueso como tu realidad. La réplica a semejante juicio mediante una bofetada, a que nos referíamos a propósito de la fisiognómica, hace, ante todo, que las partes blandas pierdan su prestigio y sean desplazadas de su situación y sólo demuestra una cosa: que estas partes no son un en sí verdadero, no son la realidad del espíritu -aquí, la réplica debería ir, en rigor, hasta hundir el cráneo de quien así juzga, demostrando así de un modo tan de bulto como lo es su sabiduría que un hueso, para el hombre, no es nada en sí, y menos aún, su verdadera realidad." (G.W.F Hegel, Fenomenología del Espíritu, p. 203)

domingo, 8 de octubre de 2017

"Si hay un sentido de la realidad, debe haber un sentido de la posibilidad." Robert Musil, El hombre sin atributos